El guapo
A la memoria de San Juan Moreira.
Muy devotamente
El barrio le admira.
Cultor del coraje,
conquistó, a la
larga, renombre de osado;
se impuso en cien
riñas entre el compadraje
y de las prisiones
salió consagrado.
Conoce sus triunfos y
ni aun le inquieta
la gloria de otros,
de muchos temida,
pues todo el Palermo
de acción le respeta
y acata su fama,
jamás desmentida.
Le cruzan el rostro,
de estigmas violentos,
hondas cicatrices, y
quizás le halaga
llevar imborrables
adornos sangrientos:
caprichos de hembra
que tuvo la daga.
La esquina o el
patio, de alegres reuniones,
le oye contar hechos, que nadie le niega:
¡con una guitarra de
altivas canciones
él es Juan Moreira, y
él es Santos Vega!
…
Las mozas más lindas
del baile orillero
para él no se muestran
esquivas y hurañas,
tal vez orgullosas de
ese compañero
que tiene aureolas de
amores y hazañas.
…
Aunque le ocasiona
muchos malos ratos,
en las elecciones es
un caudillejo
que por el buen
nombre de los candidatos
en los peores trances
expone el pellejo…
Pronto a la pelea
–pasión del cuchillo
que ilustra las manos
por él mutiladas-
su pieza, amenaza de
algún conventillo,
es una academia de
ágiles visteadas.
Porque en sus
impulsos de alma pendenciera
desprecia el peligro
sereno y bizarro,
¡para él la vida no
vale siquiera
la sola pitada de un triste cigarro!..
…Y allá va pasando
con aire altanero,
luciendo las prendas
de su gallardía,
procaz e insolente
como un mosquetero
que tiene en su
guardia la chusma bravía.
Fuente: Carriego,
Evaristo, ¡De todo te olvidas!... (selección de Pedro Orgambide), Bs.As.,
Ameghino Editora, 1999.
Peringundín
El vino es malo, la
comida escasa,
de mala traza
es la mujer.
Las flores son
viejas, pintadas, de trapo,
y se oye en el patio,
el resoplido de
un borracho
que escupe un tabaco
tan denso de mal como
este atardecer.
Corta el silencio,
cuchillo de níquel,
un silbato policial.
La dueña cierra el
portal,
pone a la moralidad
un dique.
Horas inciertas de
sombra y de crimen,
viejas que gruñen en
la parda azotea.
¿Qué hacemos madama?
La vida es tan fea
como casi tu ausencia
de himen…
¡Vamonos a yacer!
Fuente: Olivari,
Nicolás, El gato escaldado, Bs. As.
CEDAL, 1966.
El títere
A un compadrito le
canto
que era el patrón y
el ornato
de las casas menos
santas
del barrio de
Triunvirato.
Atildado en el vestir
medio mandón en el
trato;
negro el chambergo y
la ropa,
negro el charol del
zapato.
Como luz para el
manejo
le firmaba un
garabato
en la cara al más
garifo,
de un solo brinco, a
lo gato.
Bailarín y jugador,
no sé si chino o
mulato,
lo mimaba el conventillo,
que hoy se llama
inquilinato.
A las pardas
zaguaneras
no les resultaba
ingrato
el amor de ese
valiente,
que les dio tan
buenos ratos.
El hombre, según se
sabe,
tiene firmado un
contrato
con la muerte. En
cada esquina
lo anda acechando el
mal rato.
Un balazo lo tumbó
en Thames y Triunvirato;
se mudó a un barrio
vecino,
el de la Quinta del Ñato.
Fuente: Borges, Jorge Luis, Obra poética, Bs. As., Emecé Editores, 1986. El poema
pertenece al libro: Para las seis cuerdas,
1965.
Tango Diablo-Aztor Piazzolla