El cantor
“Triste y cordial como un legítimo argentino” R.G.T.
Escrito sobre una mesa de Montparnasse. 1930.
Se estiraba el Abasto
como un domingo verde
sobre leves cimientos
de muertas calesitas
con un telón de fondo
cantinero.
Pregones, gritos,
cantos y el nocturno acordeón
penetrado de ansias y
de melancolía
acunaron al niño,
pobre huésped del sueño,
entre gentes de
estirpe generosa y bravía.
Arrabal, tierra adentro.
El azar lo hizo suyo,
lo eligió la aventura,
lo atropelló la vida.
Flanquearon su ruta
la victoria y la muerte.
Con él crecía el
tango, el amor, la garúa
y el boliche, el
invierno, las palomas, la esquina.
Rotoso ángel guardián, el perfil de su barrio
veló por el viajero
tras la campera gaucha
o el estirado smoking
del porteño donaire
y la pródiga imagen
del celuloide gringo.
Nadie tuvo como él
esa lírica, oculta,
obstinación del
grillo y del clavel del aire.
La marea, el destino.
Por ser tan nacional
proyectó su estatura
a la morena América y
al París que en Europa
es la rosa del mapa.
Su voz fue el
instrumento, voz Gardel, voz mañana,
voz para la memoria
de un cielo con ventana.
Su eternidad, la
breve luna negra del disco
desde donde su
espectro azul se asoma
compadreando el
olvido.
Soslayó las
orquestas; él quería
un cerco de guitarras
y un corralón de estrellas,
una caja de música su
corazón latía
y en su antiguo
resorte habitaba el secreto
de la brisa que mueve
las amadas veletas
reflejando la tarde
enredada en sus hierros
sobre patios tan
hondos que parecen orillas.
Soledad, gran ausente.
Vi su nombre en el
muro de un callejón gastado
por el sueño y la
mufa; recodo de entreveros
donde los payadores
dijeron sus hazañas.
Desde que un
valsecito inventó la saudade
muchas lluvias
despintaron las glicinas.
Cuando nobles
guitarras rindieron sus bordonas
ellos también
cruzaron la última vereda
sin conocer el grave
verso de Keats, el triste:
Tu alto réquiem vendrá al césped de mi sueño.
Calle larga, el recuerdo.
Ahora está más
Gardel, y tan lejano.
Por encima del
tiempo, en el sutil
territorio del mito
donde vagan los
dioses exiliados.
Con Carriego en la
nube, mano a mano,
distante y pensativo.
Distante y pensativo
como un tango.
Triste y cordial, como un legítimo argentino.
Fuente: González
Tuñon, Raúl, La veleta y la antena,
Buenos Aires , Editorial Buenos Aires Leyendo, 1969.
La Cumparsita en la voz de Carlos Gardel