Emilio Pettoruti-Quinteto, 1927. |
El origen de la palabra tango es
bastante incierto. En su etimología convergen varias hipótesis. Se lo vincula
al término tambo (onomatopeya del
tam-tam de los tambores), originaria de
África del este. Podría provenir de la palabra portuguesa tanger (tañir, tocar instrumento) introducida a través del creole
brasileño. Se lo asocia con el término africano que designa el lugar donde se
encerraba a los esclavos antes de embarcarlos y por extensión, en América, el
lugar de bailes y cantos de negros. También se lo vincula al vocablo tángano,
hueso o piedra que se utilizaba en el juego homónimo.
El tango es una creación urbana y
suburbana. Surgido de la mezcla inmigratoria y del sentir criollo, germinó a
orillas del Riachuelo, en casas de baile, boliches de cocheros y cuarteadores y
conventillos del barrio sur. Hacia 1880 ya se puede afirmar su existencia como
género con características más o menos definidas. Según Julio de Caro, en su
gestación confluyen tres formas de distinta procedencia, aunque de corte melódico
similar: la milonga (en sus inicios, cantada), el tango andaluz y la habanera
(de procedencia centroamericana).
Las agrupaciones precursoras podían
contar con un violín, una armónica, una concertina, una
guitarra y cualquier otro instrumento que tuvieran a la mano esos músicos
anónimos. El bandoneón o fueye se
incorpora más tarde, aproximadamente hacia 1910. De origen alemán, fue creado
en 1835 por un fabricante de acordeones
de Krefeld, de apellido Band. De allí,
su nombre y las variantes bandolión, bandoleón, bandonión.
La música del tango suele tener forma binaria (tema y estribillo)
o ternaria (dos partes más un trío o
sección media que contrasta con la inicial y es más lírica e íntima), con compás de dos por cuatro.
Las letras, hondamente
nostálgicas, ponen al descubierto un machismo exaltado que trasunta rencor, amargura y desengaño. Pero analizándolas con cierto rigor se advierte
que son en gran medida un reflejo de nuestra historia. Hubo letras como la de Milonguita (1920) o Niño bien (1928) donde se pone de
manifiesto el drama provocado por ciertos modos de movilidad social, la
injusticia, la soberbia de las clases dominantes. Asume el tono de protesta
frente al fracaso de proyectos
colectivos y la insatisfacción del proletariado (Al mundo le falta un tornillo- 1933 ó Cambalache-1934). Constituye también una forma de autoafirmación
y de búsqueda de identidad. Sus letras son
un muestrario de distintos modelos de mujer y de la incidencia que el transfondo social ha tenido en la construcción de esos
modelos. En su base está el canto payadoresco (Gabino
Ezeiza, José Bettinoti) pero, también dejaron su impronta las manifestaciones
literarias de la época entre las que se cuentan
los poemas de Carriego y Almafuerte, la poesía anarquista y hasta
ciertos relumbrones del modernismo. La
incidencia del lunfardo en las letras de tango no es casual. Siendo éste
primitivamente una jerga carcelaria constituida
por palabras de distintos idiomas – entre los presos había muchos inmigrantes-, luego alcanzó las
calles y formó parte del lenguaje de los suburbios y de los lugares de reunión
de sectores marginados. El lunfardo manifiesta la rebeldía contra valores
establecidos y contra un orden social
injusto.
La coreografía del tango es una
de las más originales dentro de la música popular. En principio se bailaba
entre hombres, en las veredas del barrio y al son de los organitos. A la par
iban surgiendo las casas de baile donde la compañera era valorada no por su
belleza física sino por su habilidad para el baile. Hasta hoy han quedado
figuras surgidas de la inventiva y
destreza de los bailarines: el ocho, la media luna (el paso dibuja esas figuras
sobre el piso) , la corrida, la sentada, en la que el varón sienta a su compañera
levemente sobre sus rodillas.
Si bien hubo algunos temas
anónimos que han llegado a nuestros días y otros que se han perdido por la
inexistencia, en su momento, de ediciones, se considera que el primer tango
clásico fue El entrerriano de
Rosendo Mendizábal (1897).
La etapa inicial del tango cantado tuvo como notorio
representante a Ángel Villoldo, letrista y compositor, cuyos
temas fueron incorporados a la incipiente fonografía porteña.
Hacia 1915-20 ya se puede
considerar que el tango es música. Roberto Firpo encabeza la vanguardia tanguera de esa época.
Y empieza a sonar en el Abasto la voz de
Carlos Gardel, a quien apodan el Morocho. La
Cumparsita , marcha del uruguayo Gerardo Matos Rodríguez, a
la que Firpo transforma en tango y Pascual Contursi le pone letra y Mi
noche triste (inicialmente Lita,
de Samuel Castriota y Contursi),
constituyen dos ejemplos emblemáticos
del pasaje del tango-música al tango-canción.
Celedonio Esteban Flores compuso
temas memorables dentro de la poesía lufardesca.
Entre 1920-30 surgen grandes
orquestas: la de Julio De Caro, Francisco Canaro (Pirincho) y Juan de Dios Filiberto, Elvino Vardaro y Juan
D’Arienzo.
Enrique Santos Discépolo retrata
en sus temas la crisis social y personal que preanuncia la década infame.
Otros poetas tangueros que se
destacan por esos años: Enrique Cadícamo, Cátulo Castillo, Homero Manzi.
Hubo también voces notables: al
ya mencionado Gardel se suman: Charlo, Agustín Magaldi e Ignacio Corsini; y
entre las mujeres, la dramática interpretación de Ada Falcón, Azucena Maizani,
Tania y el destello arrabalero de Tita Merello, Sofía Bozán y Rosita Quiroga.
La década del cuarenta constituye
una especie de Edad de Oro para el tango.
Surgen nuevas promociones de músicos con
formación académica. Homero Espósito
renueva la poética de las letras.
Agrupaciones orquestales como la
de Aníbal Troilo, Miguel Caló, Alfredo
de Angelis, Osvaldo Fresedo, Ricardo Tanturi, Carlos Di Sarli, Florindo Sassone,
Osmar Maderna y Francini-Pontier imponen el ritmo del dos por cuatro. Resuena el peculiar timbre vocal de Alberto Castillo.
Osvaldo Pugliese aportó una renovada fuerza expresiva y Horacio Salgán
introdujo desde el piano audaces cambios
rítmicos.
Hacia 1950 el tango sufre
desplazamientos. Se cierran cabarets, desaparecen los números vivos en las
radios y las orquestas típicas no tienen cabida en los bailes de los clubes. Sin embargo es una época de nuevas búsquedas
sonoras, a la vanguardia de las cuales se encuentra Aztor Piazzolla. Otras
agrupaciones que muestran un sesgo innovador: Eduardo Robira, Osvaldo Piro,
José Colángelo y Ernesto Baffa. Mariano Mores crea un estilo también novedoso.
Si bien las orquestas típicas como la de Jorge
Caldara, Carlos Figari, Joaquín do Reyes, Alberto Mancione y otras de formación clásica pero con concepción
vanguardista: la de Atilio Stampone, Leopoldo Federico y Enrique Mario Francini
pierden cierto espacio, entran en escena
los grupos musicales pequeños: Quinteto
Real, Trío Yumba, Sexteto Tango y Sexteto Mayor.
A las voces más
tradicionales de Edmundo Rivero, Julio
Sosa y Roberto Goyeneche se suma una guardia joven: Néstor Fabián, Raúl Lavié,
Hugo Marcel, Rubén Juárez, Miguel Angel Trelles, Nelly Vázquez, Susana Rinaldi.
La poesía tanguera reconoce dos
grandes plumas: la de Eladia Blazquez y la de Horacio Ferrer.
De la aculturación mundial producida en las últimas décadas han derivado
fusiones entre el tango y otros lenguajes musicales como el jazz, el rock, el
heavy metal, la música electrónica y las variantes étnicas. Jóvenes orquestas
han intervenido en esta suerte de renacimiento de nuestra música típica:
Sexteto Milonguero, El Arranque, Tangocontempo, Fernández Fierro, entre otras.
En nuestros días el tango ha
adquirido un relieve internacional. Aplaudido en Europa y en Oriente,
representa el sentir del Río de la Plata como un embajador de
lujo.
Palabras de Enrique Santos Discépolo:
Hay un hambre que es tan grande como la del pan y es la de la
injusticia, la de la incomprensión. Y la producen las grandes ciudades donde
uno lucha, solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita
y ellos no oyen… Y no por crueldad preconcebida, sino porque en el fárrago
ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden
detenerse para atender las lágrimas de
un desengaño. Las ciudades grandes no tienen tiempo para mirar el cielo…
El hombre de las grandes ciudades caza mariposas de chico. De grande,
no. Las pisa…No las ve. No lo conmueven…
Letras de tango
Tango que me hiciste mal
y, sin embargo, te quiero
porque sos el mensajero
del alma del arrabal;
no sé qué encanto fatal
tiene la nota sentida,
que la mistonga guarida
del corazón se me ensancha,
como pidiéndole cancha
al dolor que hay en mi vida.
Apología del tango,
Enrique Maroni
Con este tango que es burlón y
compadrito
se ató dos alas la ambición de
mi suburbio,
con este tango nació el tango, y
como un grito
salió del sórdido barrial
buscando el cielo;
conjuro extraño de un amor hecho
cadencia
que abrió caminos sin más ley
que la esperanza,
mezcla de rabia, de dolor, de
fe, de ausencia
llorando en la inocencia de un
ritmo juguetón.
El choclo,
Enrique Santos Discépolo
La musa mistonga de los
arrabales,
la mistonga musa del raro
lenguaje
que abrevó en las aguas de los
madrigales
y al llegar al pueblo se volvió
salvaje,
la que nada sabe de abates
troveros
que hilvanan dulces
endechas de amores
pero que por boca de sus
cancioneros,
conoce la vida de sus payadores.
La musa mistonga,
Celedonio Esteban Flores