CUANDO ESCRIBIR ES UNA RISA
Rep. En: Página 12 27 de octubre de 1993 |
Los actores son generalmente
gentes dichosas; pueden elegir para representar la tragedia o la comedia, el
sufrimiento o la diversión; pueden elegir entre hacer reír o hacer llorar. Pero
en la vida real es muy distinto.
Infinidad de hombres y mujeres se
ven obligados a representar papeles para los cuales nada les designaba.
Nuestros Guildensterns hacen de Hamlet, y nuestro Hamlet tiene que bromear como
el príncipe Hal.
El mundo es un teatro, pero la
obra tiene un reparto deplorable.
Fuente: Wilde, Oscar, El
fantasma de Canterville y otros relatos, Buenos Aires, Alianza Editorial,
1992. El fragmento pertenece al cuento: El crimen de Lord Arturo Saville.
v
Confío en que no tendré lector
seguido. Sería el que puede causar mi fracaso y despojarme de la celebridad que
más o menos zurdamente procuro escamotear para alguno de mis personajes. Y eso
de fracasar es un lucimiento que no sienta a la edad.
Al lector salteado me acojo. He
aquí que leíste toda mi novela sin saberlo, te tornaste lector seguido e
insabido al contártelo todo dispersamente y antes de la novela. El lector
salteado es el más expuesto conmigo a leer seguido.
Quise distraerte, no quise
corregirte, porque al contrario eres el lector sabio, pues que practicas el
entreleer que es lo que más fuerte impresión labra, conforme a mi teoría de que
los personajes y los sucesos solo insinuados, hábilmente truncos, son los que
más quedan en la memoria.
Te dedico mi novela, Lector
Salteado; me agradecerás una sensación nueva: el leer seguido. Al contrario, el
lector seguido tendrá la sensación de una nueva manera de saltear: la de seguir
al autor que salta.
Fuente: Fernández, Macedonio, Museo
de la novela eterna (Primera novela buena), Buenos
Aires, Editorial Corregidor, 1975.
v
ESPANTAPÁJAROS I
No se me importa un pito que las
mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de
durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que
amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento de insecticida. Soy
perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en
una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! –y en esto soy irreductible- no les
perdono bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el
tiempo las que pretenden seducirme!
Esta fue –y no otra- la razón de
que me enamorase, tan locamente, de
María Luisa.
¿Qué me importan sus labios por
entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importan sus extremidades de
palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera
pluma!
Desde el amanecer volaba del
dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la
camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres…
¡Con qué impaciencia yo esperaba
que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido
entre las nubes un puntito rosado. ¡ “María Luisa!”… y a los pocos segundos ya
me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme volando a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio
planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras
nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en
hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer
tan ligera…aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué
voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes…la de pasarse las noches
de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer
etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer
terrestre?¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca
o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos soy incapaz de
comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en
concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor
más que volando.
Fuente: ¡Nada serio!
(Recopilación de Claudia López y Gustavo Bombini), Buenos Aires, Grupo Coquena
Editor, 1990. El texto pertenece a: Girondo,
Oliverio- Espantapájaros.
v
CUENTO SIN MORALEJA
Un hombre vendía gritos y palabras,
y le iba bien aunque encontraba mucha gente que discutía los precios y
solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos
gritos de vendedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras
rentistas, y palabras para consignas, slogans, membretes y falsas ocurrencias.
Por fin el hombre supo que había
llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del país, que se parecía a todos
sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café.
-Vengo a venderle sus últimas
palabras- dijo el hombre. Son muy importantes porque a usted nunca le van a
salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance
para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo.
-Traducí lo que dice- mandó el
tiranuelo a su intérprete.
-Habla en argentino, Excelencia.
Fuente: Cortázar,
Julio, Historias de Cronopios y de Famas,
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994.
v
EL MALTRATADO
Licinio Arboleya estaba de mensual en las casas del
viejo Críspulo Menchaca. Y tanto para un fregado como para un barrido.
Diez pesos por mes y mantenido.
Pero la manutención era, por semana, seis marlos de choclo y dos galletas. Los
días de fiesta patria le daban el choclo sin usar y medio chorizo.
Y tenía que acarrear agua,
ordeñar, bañar ovejas, envenenar cueros, cortar leña, matar comadrejas, hacer
las camas, darles de comer a los chanchos, carnear, y otro mundo de cosas.
Un día Licinio se encontró en el
callejón de los Lópeces con Estefanío Arguña y se le quejó del maltrato que el
viejo Críspulo le daba. Entonces Estefanío le dijo:
- ¿Y qui’hacís que no lo plantás?
Si te trata ansí, plantálo. Yo que vos, lo plantaba…
Esa tarde, ni bien estuvo de
vuelta en las casas, Licinio –animado por los consejos del amigo- agarró una
pala, hizo un pozo, plantó al viejo, le puso una estaca al lado y lo regó.
A la mañana siguiente, cuando fue
a verlo, se lo habían comido las hormigas.
Fuente: En frasco chico
(selección de Silvia Delucchi y Noemí Pendzik), Buenos Aires, Editorial
Colihue, 2004. El texto pertenece a Wimpi, seudónimo de Arturo García Nuñez- El costumbrismo.
v
COMO VENIRSE INTELECTUAL
Lo más importante de la cultura
no es adquirirla, sino demostrarla. Y como para demostrarla no es necesario
adquirirla en su totalidad, podemos deducir que, hoy por hoy, la cultura es una
verdadera pichincha. Bastan unos retacitos bien elegidos para que usted
aparezca íntegro, rutilante, seriamente vestido de intelectual de vanguardia,
ropaje que tanto le servirá para una revolucionaria charle de café como para un coctel paquete.
Como no hay desabastecimiento y
están baratísimos, no tengo ningún inconveniente en regalarle algunos retacitos
de cultura, con el permiso expreso de usarlos cuando y donde quiera, sin previo
pago de derechos, siempre que se mencione el copyright. Son frases
aparentemente simples que usted tiene que intercalar con aire displicente en
medio de la conversación. Por ejemplo:
Cuando se hable de Alonso: “Se
las pinta solo”. (Esta es una frase comodín. Está pensada para Carlos
Alonso, el pintor, pero como el fútbol también es cultura, puede aplicarse al
Beto Alonso. En cuyo caso la frase se completa así: “se las pinta solo…en la cancha”).
Cuando se hable de Elvis Presley: “aunque parezca tonto, es mucho más
significativo que Jo Stafford”. (No tiene ninguna importancia que usted
ignore quien es Jo Stafford, lo más probable es que su interlocutor lo ignore
también, pero se callará la boca, por las dudas).
Estas son frases, por así decirlo,
“de vestir”. Con ellas van los
accesorios, naturalmente. Los accesorios culturales están representados por
palabras, simplísimas palabras que hay que sembrar al azar en todas partes y en
cualquier oportunidad. Va una lista.
Nombres propios: Lacan, Saussure, Barthes (no cometa el incinerante
error de pronunciar Barthés). Lévi
Satrauss, Propp, Todorov, Dorfles, Eco ( no agregue “le cuá” porque denunciará sus orígenes bastardos). MacLuhan, Kostelanetz (aclare que no se
trata del músico melódico sino del escritor iconoclasta), Berne, Bachelard, Burroughs (explique que no se refiere a creador
de Tarzán sino al autor de “The naked
lunch”) de Chirico, Léger,
Arcinboldo, etc (en el etc están comprendidos todos los nombres que usted
quiera inventar, siempre que no suenen de entrecasa como García, Pérez,
Martínez o Gudiño).
Vocablos adecuadísimos: dadá, barroco (aplicable a cualquier cosa
difícil de identificar), génesis, yuxtaposición, ángel, prospectiva,
revisionismo, nivel y burgués (igualmente aplicable a cualquier cosa difícil de
identificar).
Tenga en cuenta, por último, que
hay nombres propios y vocablos que la cultura con mayúscula (o con K) prohíbe
absolutamente. Pero de esos no voy a hablar por los tres motivos de aquel
corregidor de la “Tradiciones Peruanas, de Ricardo
Palma. Tres motivos, sí, y ahí van: por miedo, por miedo…y por miedo.
Fuente: Gudiño Kieffer, Eduardo. En el dossier: La cultura y el humor, publicado en Clarín Cultura el 17 de junio
de 1976.
N del E: La fecha de publicación del texto de Gudiño Kieffer
da cuenta del especial momento histórico en que fue publicado. No obstante,
respecto del contenido de la nota no ha
habido cambios demasiado sensibles.
Quino. En: Mafalda 11 Ediciones de la Flor |