HUMOR NEGRO |
Al principio fue la risa- Fontanarrosa. Hyspamérica |
Breton publica en 1939 la Antología del
humor negro, en la cual selecciona varios de los autores reivindicados
por los surrealistas como sus antecesores. De ese modo, se presenta el
surrealismo como síntesis de una corriente humorística en la literatura que
culmina con el humor negro (término ideado por el mismo Breton).
El humor posee una potencia
subversiva incontrolable, es el reflejo
de una actitud inconformista ante la realidad. El humor negro es su
manifestación más angustiante pues apunta, a burlarse no solo de aquello que
retrata, sino también a mostrarlo en su estado más decadente, aquel que está
más cerca de los gusanos de la muerte que de las mariposas de la vida.
El humor como instrumento sirve
al surrealismo para desnudar todo aquello que hay en la realidad de injusto, de
arbitrario y de absurdo.
Fuente: Setton, Yaki, La
revuelta surrealista, Buenos Aires, Coquena Grupo Editor, 1990.
Para participar en el torneo negro del humor es indispensable haber salido victorioso de numerosas eliminatorias. El humor negro tiene demasiadas fronteras: la tontería, la ironía escéptica, la broma sin gravedad (la enumeración sería larga), pero, sobre todo es el enemigo mortal del sentimentalismo con aire perpetuamente acorralado –el eterno sentimentalismo sobre fondo azul- y de una cierta fantasía de corto vuelo, que se toma demasiado a menudo por poesía; persiste vanamente en querer someter el espíritu a caducos artificios y no dispone ya de mucho tiempo para alzar sobre el sol, entre las demás semillas de adormidera, su cabeza de grulla coronada.
André Breton- Prólogo de la Antología del humor negro
v
(Maquina/ción de un
surrealista…)
Transformador destinado a utilizar
las pequeñas energías desperdiciadas tales como:
El exceso de presión sobre un
timbre eléctrico.
La exhalación del humo de tabaco.
El crecimiento de cabellos, pelos
y uñas.
La caída de la orina y de los
excrementos.
Los movimientos de miedo,
asombro, fastidio, cólera.
La risa.
La caída de las lágrimas.
Los ademanes demostrativos de
manos y pies, los tics.
Las miradas duras.
Los brazos que se dejan caer.
El despertarse, el bostezo, el
estornudo.
El esputo ordinario y el
sanguinolento.
Los vómitos.
La eyaculación.
Los cabellos rebeldes, la espiga.
El ruido al sonarse, el ronquido.
El desvanecimiento.
El silbido, el canto.
Los suspiros, etcétera.
Marcel Duchamp
Fuente: La revuelta
surrealista (recopilación y banda de Yaki Setton), Buenos Aires, Grupo
Coquena Editor, 1990. El texto está incluido en la Antología del
humor negro de André Breton.
v
¡NO BROMEES!
Era de mañana temprano. Las
calles estaban limpias y vacías. Yo iba caminando rumbo a la estación.
Cuando comparé mi reloj con el de
una torre, me di cuenta de que era mucho más tarde de lo que había creído;
tenía que darme mucha prisa; el susto que me produjo mi descubrimiento me hizo sentir
inseguro sobre el camino a tomar. No conocía muy bien esa ciudad. Felizmente
había cerca un policía; corrí hacia él, y casi sin aliento ya le pregunté por el
camino. El policía sonrió y me dijo:
-
¿Y quieres que yo te enseñe el camino?
-
Sí –dije- ya que
solo no puedo dar con él.
-
-¡Vamos, hombre!¡No bromees, vamos –dijo él, y se dio
vuelta con el ánimo de quien no quiere dejar ver su risa.
Franz Kafka
Fuente: Kafka, Franz, Relatos
completos, Buenos Aires, Editorial Losada, 1981.
v
EL PERRO Y EL MÉDICO
Un perro que vio a un médico
asistir a las exequias de uno de sus adinerados clientes le preguntó:
- ¿Cuándo piensa desenterrarlo?
- ¿Para qué voy a desenterrarlo?
–preguntó el médico.
- Cuando yo entierro un hueso
–respondió el perro –es con el propósito de desenterrarlo después para roerlo.
- Los huesos que yo entierro
–explicó el médico – son los que ya no puedo roer.
Ambrose Bierce
Fuente: Humor y terror
(selección de Julio Pérez Millán), Buenos Aires, Ceal, 1981.
v
PNEUMOTORAX
Fiebre, hemotisis, disnea y
sudores nocturnos.
La vida entera que podía haber
sido y no fue.
Tos, tos, tos.
Mandó llamar al médico:
-
Diga treinta y tres.
-
Treinta y tres… treinta y tres…treinta y tres…
-
Respire.
………………………………………………..
-
El señor tiene un orificio en el pulmón izquierdo y el
pulmón derecho infiltrado.
-
¿Entonces, doctor, no es posible intentar con el
pneumotorax?
-
No. La única cosa que puede hacer es tocar un tango
argentino.
Manuel Bandeira
Fuente:
Bandeira, Manuel, Libertinagem, Río de Janeiro, Editora Nueva Frontera, 1995.
Traducción: María Cristina
Arostegui.
v
EL OSO
Había aun oso
debajo de la vieja. Entiéndaseme bien. La vieja no estaba sentada arriba de un
oso. Un oso se ocultaba debajo de la piel de una vieja. Está demás decir lo
peligrosa que era la vieja.
Estaba
sentada, tranquila, remendando un chaleco.
Es decir, el
oso hacía como que cosía porque cuando se miraba con atención se veía que el
trabajo no adelantaba.
Engañar a un
hombre como yo es fácil. Sin embargo, algunos gruñidos me hicieron comprender
que era peligroso permanecer a solas con la vieja dama. ¿Cómo huir?
Divisé la
ancha palangana enlozada que uso en mi toilette y con un brusco ademán, llena
aún con el agua negra de una ablución reciente, se la encasqueté y le amarré
los brazos a la espalda con una lona fuertemente anudada. El oso pareció protestar
con sus grandes patas… pero ya no recuerdo lo que me sucedió en ese momento.
Caí en un sopor que duró algunos días, casi una semana.
Los parientes
de la vieja consiguieron llevarme a una casa triste, con paredes acolchadas,
donde apenas se oye a los vecinos, como sofocados, silenciosos y a veces
aullando a lo lejos.
Esa gente
insiste con que no hay ningún oso debajo de la vieja. No vale nada que yo grite
lo contrario. Fue a mí a quien metieron en la jaula. Y el oso anda suelto
todavía.
A ndré Fredericque
Fuente: Humor
y terror, (selección Julio
Pérez Millán), Buenos Aires, Ceal, 1981.
Copi- En: Virgina Woolf ataca de nuevo. Página 12 |