TODOS LOS DÍAS DE LA MUJER

Annemarie Heinrich (Alemania, 1912-Argentina, 2005).

Durante siglos, la voz de la mujer estuvo acallada.  Su  escasa participación en la vida social  y la ausencia de derechos cívicos la  redujeron al tamaño de una muñeca asomada al vacío. Lo que sabemos de ella, nos llega a través del   discurso de los hombres. Las troyanas de Eurípides (siglo V a.C.)  revela el dolor e impotencia a que están condenadas esposas e hijas y  el trágico destino que  la guerra  les depara.  Y en Antígona, Sófocles (sigloV a.C,)  personifica la lucha denodada de una mujer en un mundo dominado por los imperativos patriarcales.
Condicionada por la conformación de su organismo y acotada por los mandatos sociales, tanto en las agrupaciones primitivas como en las estructuras que responden a sociedades más desarrolladas, el papel de la mujer ha sido fundamentalmente el de la procreadora, la que cuida el orden hogareño, la que contribuye con su esfuerzo a las tareas de labranza o a la elaboración de  utensilios domésticos. Sometida y silenciada entre los sectores populares,   relegada a fines casi decorativos o de prolongación de los linajes en la aristocracia,  la transformación histórica que significó el surgimiento de la burguesía, en un principio   no aportó cambios relevantes para la condición femenina.
Si bien hubo ejemplos de mujeres que, de alguna manera, superaron los parámetros que su situación de clase y de época les imponían, como es el caso de Margarita de Navarra (siglo XVI), mujer culta y de notable apertura,  que transformó a la  corte en centro  de difusión del Humanismo y también escribió relatos y poemas, antes del siglo XIX la posibilidad de realización personal de una mujer se reducía a casos aislados. La Revolución Industrial permitió la salida de la mujer del ámbito cerrado de la casa.  Accedió al trabajo remunerado, pero bajo condiciones de extrema precariedad y explotación. Asimismo, la mujer carecía de autonomía en sus decisiones emocionales (el casamiento era una imposición paterna), y   su participación activa en la educación y la cultura resultaba inconcebible. El nombre y el disfraz masculino permitieron a la escritora Amandine Dupin (George Sand) circular por sitios vedados a las  mujeres de su condición social. Pero la aproximación al eje del poder, seguramente, no se redujo al simple plano de las apariencias. Travestirse  fue un modo circunstancial de ir sorteando vallas en  el camino hacia un cambio que debía operarse globalmente  en la sociedad, pero, de manera fundamental, en el interior de cada mujer.
Es recién en el siglo XIX cuando  los reclamos feministas responden a formas más orgánicas y se hacen oír con mayor ímpetu. Antes de las luchas encabezadas por obreras en plena vigencia del desarrollo industrial, hubo mujeres que participaron activamente en la gesta de la independencia americana. Es el caso de Juana Azurduy, quien intervino junto a su esposo Manuel Padilla durante las acciones del Ejército del Norte y a la muerte de éste asumió la comandancia de las guerrillas que conformaban la Republiqueta de la Laguna. Manuela Sáenz (la Libertadora), nacida en el Virreinato de Nueva Granada, acompañó a Simón  Bolívar  durante las campañas emancipadoras. Ana María de Jesús Ribeiro  Antunes fue la leal compañera de Garibaldi. Durante la Guerra de los Farrapos se conocieron y ella peleó junto a él mientras estuvo al servicio  de la República Riograndense y más tarde también en Montevideo.
Como señala Ricardo Rojas: “…la mujer emancipada que se mezcla libremente a la vida, que estudia a la par del hombre, colabora en los periódicos y saca a la luz sus libros, es un fenómeno propio  del siglo XIX y de la atmósfera liberal de las sociedades modernas.” En la Argentina,  Juana Manuela Gorriti (1818-1892), Juana Manso (1819-1875), Eduarda Mansilla (1834-1892) y un poco más tarde, Rosario Vera Peñaloza (1873-1950)  fueron precursoras de la presencia femenina en las letras y en la educación, comprometidas ideológica y prácticamente con la defensa de la  liberación de sus congéneres y también de otros sectores sociales relegados u oprimidos.
Pero es recién en el siglo XX que la mujer logra acceder a los estudios universitarios y posteriormente a formar parte de los claustros. Y es también bastante reciente su   participación cívica, el derecho al sufragio y el derecho a ejercer funciones políticas.
Según cuenta la historia, en marzo de 1908 las operarias de la fábrica Sitwoot Cottom, en Nueva York realizaron una huelga en reclamo de mejoras salariales y otros derechos laborales. Se produjo un incendio intencional a causa del cual murieron más de un centenar de trabajadoras. En memoria de esa luctuosa   jornada y de otras protestas de similares consecuencias que tuvieron lugar en Europa, en 1910, en la Conferencia Internacional de la Mujer Trabajadora que tuvo lugar en Copenhague (Dinamarca) se estableció la fecha 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Fecha que fue ratificada por la ONU en 1977.
Con el tiempo, la conmemoración se ha extendido a todas las mujeres, participen o no en el trabajo formal. Y es razonable que así sea, ya que aún hoy y a pesar de que no existen  las limitaciones de otras épocas, hay muchas mujeres que no pueden tener acceso al estudio, y consecuentemente tampoco a un trabajo digno, mujeres condenadas a la pobreza, sin más futuro que el de engendrar hijos, mujeres que  padecen la violencia doméstica, mujeres cautivas de uno de los negocios más ignominiosos: la trata de blancas, mujeres, que ante la falta de una legislación que las ampare se ven obligadas a parir hijos no deseados o a  exponerse a intervenciones clandestinas.  También existe, como tenebroso resabio de un pasado de sometimiento, la conformidad y la entrega a los designios de un mundo que,  si bien en muchos aspectos ha progresado,  aún mantiene reductos de deshumanización: las mujeres- objeto que hacen de su cuerpo un material de  uso y descarte, las mujeres, que presas de una  tradición machista sostienen, dentro del hogar y la familia, posturas de aceptación del dominio masculino,   las  Cenicientas del consumo que aparecen en mensajes publicitarios, o las que sueñan con “jóvenes  príncipes”, que a la larga se transforman en sapos.
Para librarse de modelos  impuestos subliminalmente, de ataduras estigmatizantes, para avanzar no solo  como género sino como persona  hacia una sociedad donde prime el respeto y la igualdad de oportunidades es  imprescindible el estado de alerta.   Pensarse mujer abarca un complejo entramado de responsabilidades, que implica  la sexualidad, pero también la trasciende.



La palabra de las poetas

Camille Claudel, L'Implorante (Francia, 1864-1943).



Como la dulce manzana rojea en la rama más alta,
alta en la más alta punta y la olvidan los cosechadores.
Ah, pero no es que la olviden, sino que alcanzarla no
pueden.

Safo (Grecia, Lesbos-actual Mitilene- aprox.650 a.C-580 a. C.)

Soneto II

En perseguirme, Mundo ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo cuando solo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?

Yo no estimo tesoros ni riquezas,
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.

Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,

teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir mi vida en vanidades.

Sor Juana Inés de la Cruz (México- San Miguel de Nepantla, 1651- Ciudad de México, 1695.)

Mujer

Si yo fuera hombre ¡qué hartazgo de luna,
de sombra y silencio me habría de dar!
¡Cómo, noche a noche, solo ambularía
por los campos quietos y por frente al mar!

Si yo fuera hombre, ¡qué extraño, qué loco
tenaz vagabundo que había de ser!
¡Amigo de todos los largos caminos
que invitan a ir lejos para no volver!

Cuando así me acosan ansias andariegas,
¡qué pena tan honda me da ser mujer!

Juana de Ibarbourou (Uruguay- Melo, 1892- Montevideo, 1979.)


Femenina

Baudelaire: yo me acuerdo de tus Flores del mal
en que hablas de una horrible y perversa judía
acaso como el cuerpo de las serpientes fría,
en lágrimas indocta, y en el daño genial.

Pero a su lado no eras tan pobre, Baudelaire:
de sus formas vendidas, y de su cabellera,
y de sus ondulantes caricias de pantera,
hombre al cabo, lograbas un poco de placer.

Pero yo, femenina, Baudelaire, ¿qué me hago
de este hombre calmo y prieto como un gélido lago
oscuro de ambiciones y ebrio de vanidad,

en cuyo enjuto pecho salino no han podido
ni mi cálido aliento, ni mi beso rendido
hacer brotar un poco de generosidad?

Alfonsina Storni (Suiza-Sala Capriasca, 1892-Argentina, Mar del Plata, 1938.)

saludos familiares

tan feliz niña de barrio suburbano
de cuadernos de contratapa cultural
de tesoro de la juventud de paseos por el puerto de tu mano
tan feliz mujer cenando sola en ciudad de prestigio
me enseñaste a elegir las seducciones del desierto
sin temblar ante la tibieza y la protección

Juana Bignozzi (Argentina- Bs. As., 1937.)

Fuentes:
Safo, Ed. Grijalbo Mondadori, 1998.
Panettieri, Virginia, Literatura Argentina e Hispanoamericana, Buenos Aires, Mapu Editora, 1997.
de Ibarbourou, Juana, Antología, Buenos Aires,  Ed. Losada, 1972.
Storni, Alfonsina, Antología poética, Buenos Aires, CEAL, 1980.
Bignozzi, Juana, Interior con poeta, Buenos Aires. Ed. Libros de Tierra Firme, 1993.



Mujer y sociedad

Grete Stern (Alemania, 1904-Argentina,1999).



Los poemas que se transcriben a continuación fueron escritos por hombres. Se trata de  una pequeña muestra de retratos femeninos que esboza  algunas variables de inserción  de la mujer en la sociedad. En algunos casos, con la delicadeza y el  respeto que corresponde a un compañero de ruta; en otros, con la crudeza que se  requiere para   denunciar circunstancias humillantes y menoscabadoras.
Me pareció oportuno que también los hombres estuvieran presentes en esta página. El mundo lo hacemos entre todos.

Ventana sobre una mujer

Esa mujer es una casa secreta.
En sus rincones, guarda voces y esconde fantasmas.
En las noches de invierno, humea.
Quien en ella entra, dicen, nunca más sale.
Yo atravieso el hondo foso que la rodea. En esa
casa seré habitado. En ella me espera el vino que me beberá.
Muy suavemente golpeo la puerta, y espero.

Eduardo Galeano (Uruguay, Montevideo, 1940.)

a mi madre (frag.)

Ahora tan solo,
en este pobre rostro en que te caes,
he visto el rostro de la niña que fuiste
y te he sentido varias veces mi madre.
Me he sentido el hijo de tus juegos
del mundo que creabas y esperabas
como un tibio regalo de cumpleaños.
Y también de los sueños que nunca confesaste
para que nadie más sufriera por ellos.

Me he sentido el hijo de tus primeros gestos de mujer,
esos que también hubieras querido ocultar y hasta ocultarte,
para abreviar en el mundo la irrealidad del asombro.

(…)
He demorado mucho,
he demorado todas las mujeres
y también todos los hombres,
he demorado el tiempo interminablemente largo
de la vida interminablemente breve,
para llegar a ser varias veces tu hijo.

Roberto Juarroz (Argentina, Cnel. Dorrego, 1925-Temperley,1995.)



Residuo de fábrica

Hoy ha tosido mucho. Van dos noches
que no puede dormir; noches fatales,
en esa oscura pieza donde pasa
sus más amargos días, sin quejarse.

El taller la enfermó, y así, vencida
en plena juventud, quizás no sabe
de una hermosa esperanza que acaricie
sus largos sufrimientos de incurable.

Abandonada siempre, son sus horas
como su enfermedad: interminables.
Solo a ratos, el padre se le acerca
cuando llega borracho, por la tarde…

Pero es para decirle lo de siempre,
el invariable insulto, el mismo ultraje:
¡le reprocha el dinero que le cuesta
y la llama haragana el miserable!

Ha tosido de nuevo. El hermanito
que a veces en la pieza se distrae
jugando, sin hablarle, se ha quedado
de pronto serio como si pensase…

Después se ha levantado, y bruscamente
se ha ido, murmurando al alejarse,
con algo de pesar y mucho de asco:
-Que la puerca, otra vez escupe sangre…

Evaristo Carriego (Argentina, Paraná, 1883-Buenos Aires, 1912.)

María

Mujer de obrero;
sucia y cansada como baraja de almacén.

Tanto lavar la copa
se humedeció tu alma.

Mujer de obrero;
esperanza cuajada en el trabajo.

Todos los días luchas contra el hambre,
todos los años tienes un hijo,
toda la vida traspirarás miseria.

En la trayectoria de la honradez,
eres el final incomprensible.

Arturo Cambours Ocampo (Argentina, Buenos Aires, 1908-1996.)

Esta bestia magnífica y clinuda (frag.)

Esta bestia magnífica y clinuda,
portentosa ramera de dos pesos,
nacida en el festón de piedra de las esquinas,
clinuda y magnífica
y cada día más bestia,
walkiria del mulataje,
sexo tatuaje,
con el ano empotrado en la nostalgia
de su tribu cafre,
¡tiene mi amor!
(…)
La amo en el nombre del hijo que no cuajó en su entraña
y en el cálido pelvis donde se hamacan
las murrias de todos los de mi casta,
vagos y atorrantes, poetas y furbantes
de esos que vienen al mundo protestando por haber nacido
y que tienen siempre la boca caliente de puteadas.

La amo en el film cortado de su angustia
puramente física
-inseguridad de techo y abrigo
y amenazas de hospital-.
La amo en la raíz de sus clinas
de bestia amansada
a patadas,
en el vaivén graciento de sus ancas
chamuscadas
por el turbio fuego de las lujurias
y de las injurias
que se purifican en el Asilo de San Miguel.
(…)
Y por eso, magnífica bestia, encelada y clinuda,
hacia quien me tira la barbarie de mi ancestralidad
de pirata y furbante, de poeta y anarquista
a fuerza de ser haragán, informal y atrabiliario,
agacho la testa y me voy al diario
a escribir contra la trata de blancas…

Nicolás Olivari (Argentina, Buenos Aires, 1900-1966.)

Rosario, dinamitera

Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que  había en su corazón
una desesperación
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.

Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario,
sembrabas al adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario.

Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella
que hoy no es no  porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!

Rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandores,
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.

Nota: Rosario Sánchez Mora integró las milicias que combatieron contra las fuerzas franquistas en la Guerra Civil Española.

Miguel Hernández (España, Orihuela, 1910-Alicante, 1942.)

Acaso te llamaras solamente María

Nunca sabré tu nombre mujer alta y morena
(y aquí pongo esta metáfora para ubicarte amorosamente:
mariposa opaca y luminosa
con traje marinero)
pero justo en el momento en que te había reconocido
en una vidriera de la calle Florida
y ya pensaba invitarte a tomar el té  en el Richmond
y a viajar en un jet 707 hacia las islas Azores,
una mano de hombre asomó entre tus piernas
y
levantándote con facilidad de viento
se llevó el maniquí
ante los ojos de mi asombro provinciano.

Alfredo Veiravé (Argentina, Gualeguay, 1928-Resistencia, 1991.)





Juan Gelman (Argentina-Bs.As., 1930)   

Nota: Daniela Rocca (Italia, 1937-1994). Actriz y modelo. Actuó en los films: Giudita e Holoferne (Cerchio) y Divorcio a la italiana (Germi). Después de algunos años de éxito, su  participación en el cine  disminuyó. Padeció   trastornos psiquiátricos. Escribió narrativa y poesía.

Fuentes:
Galeano, Eduardo, Mujeres, Madrid, Alianza Editorial, 1995.
Walsh, María Elena (selección), A la madre, Bs.As. Ed. Colihue, 2001.
Carriego, Evaristo, ¡De todo te olvidas! (selección de Pedro Orgambide), Bs.As., Ameghino Editora, 1999.
Giordano, Carlos (selección), Los poetas sociales, Bs. As., CEAL, 1968.
Olivari, Nicolás, El gato escaldado, Bs. As., CEAL.
Hernández, Miguel, El rayo que no cesa, Bs. As. Ed. Losada, 1979.
Veiravé, Alfredo, Radar en la tormenta, Bs. As., Ed. Sudamericana, 1985.
Gelman, Juan, Antología personal, Bs. As., Ed. del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, 1993.


Narrativa femenina

Tarsila do Amaral, Abaporú, 1928 (Brasil 1886-1973).


Todas habremos escuchado o leído en nuestra infancia el cuento La Cenicienta escrito por el francés Charles Perrault (1628-1703). Este cuento, como muchos de su época, contenían moraleja.  He aquí dos de las que podrían inferirse: solo las  mujeres buenas y gentiles logran alcanzar el beneficio de un príncipe “salvador” o, sin la intervención de un hada madrina (ayuda mágica y azarosa) por más inteligente y aguda que una niña sea, no podrá mejorar su destino. Estas moralejas, muy inocentes en apariencia,  apuntan a una visión de la mujer bastante terrible. Cenicienta es el prototipo de la mujer sometida: reducida a fregona, maltratada y envidiada por su  madrastra y hermanastras, con un porvenir pendiente de ayudas mágicas y una realización personal que implica un ascenso social inusitado,  que alcanzará solo  gracias a la arbitraria  elección de un príncipe.
La escritora Ana María Shua nos propone algunas otras lecturas del tradicional cuento.

CENICIENTA

Cenicienta I

   A las doce en punto pierde en la escalinata del palacio su zapatito de cristal. Pasa la noche en inquieta duermevela y retoma por la mañana sus fatigosos quehaceres mientras espera a los enviados reales. (Príncipe fetichista, espera vana).

Cenicienta II

   Desde la buena fortuna de aquella Cenicienta, después de cada fiesta la servidumbre se agota en las escalinatas barriendo una atroz cantidad de calzado femenino, y ni siquiera dos del mismo par, para poder aprovecharlos.

Cenicienta III

   Advertidas por sus lecturas, las hermanastras de Cenicienta logran modificar, mediante costosas intervenciones, el tamaño de sus pies, mucho antes de asistir al famoso baile. Habiendo tres mujeres a las que les calza el zapatito de cristal, el príncipe opta por desposar a la que ofrece más dote. La nueva princesa contrata escribas que consignan la historia con su dictado.

Cenicienta IV

   El problema se genera en esa identificación que hace la joven esposa entre su marido y la figura dominante en su infancia y adolescencia. Nada fuera de lo común en esta dupla que terminan por conformar esposo y madre, confundiéndose en una sola entidad exigente, amenazante, superyoica ( en este caso príncipe-madrastra), en la frágil psiquis de Cenicienta.

Fuente: Shua, Ana María, Casa de geishas, Bs. As., Ed. Sudamericana, 1992.

Frida Kahlo (México, 1907-1954).

Pensamiento y acción

Sara Facio (Argentina, 1932).


Decir que la mujer era lo Otro equivale a decir que no existía entre los sexos una relación de reciprocidad: Tierra, Madre o Diosa, no era para el hombre una semejante; donde su poder se afirmaba era más allá del reino de lo humano; así, pues estaba fuera de ese reino. La sociedad ha sido siempre masculina; el poder político siempre ha estado en manos de los hombres.
(…)
En el momento en que las mujeres empiezan a participar en la elaboración del mundo, ese mundo es todavía un mundo que pertenece a los hombres: ellos no lo dudan, ellas lo dudan apenas. Negarse a ser lo Otro, rehusar la complicidad con el hombre, sería para ellas renunciar a todas las ventajas que puede procurarles la alianza con la casta superior.

De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Buenos Aires, Ed. Random House Mondadori, 2012.
*       
Durante todos los siglos, las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar una silueta del hombre de tamaño doble del natural. Sin este poder, la tierra sin duda seguiría siendo pantano y selva. Las glorias de todas las guerras serían desconocidas…
(…)
…está bien claro que ni en el siglo XIX se alentaba a las mujeres a ser artistas. Al contrario, se las desairaba, insultaba, sermoneaba y exhortaba. La necesidad de hacer frente a esto, de probar la falsedad de lo otro, debe de haber puesto su mente en tensión y mermado su vitalidad. Porque aquí nos acercamos de nuevo a este interesante  y oscuro complejo masculino que ha tenido tanta influencia sobre el movimiento feminista; este deseo profundamente arraigado en el hombre no tanto de que ella sea inferior, sino más bien de ser él superior, este complejo que no solo le coloca, mire uno por donde lo mire, a la cabeza de las artes sino que le hace interceptar también el camino de la política, incluso cuando el riesgo que corre es infinitesimal y la peticionaria humilde y fiel.

Woolf, Virginia, Una habitación propia, Barcelona,  Ed. Seix-Barral, 2008.
*       
Y así la mujer en la experiencia materna sigue siendo el  suelo que nutre la pequeña  doble semilla dentro de sí, para sacarla cuando ya no es una parte, una actuación de los padres, sino un ser humano pleno y a su vez capaz de reproducirse. Por ello lo materno  es un símbolo de la psique  femenina en todas las manifestaciones externas, en todos los campos, puesto que en ella hacer y ser están mucho más íntimamente ligados que en el hombre, ese ser siempre anhelante,  ese ser que se desperdiga en lo que vendrá. En ella ser y obrar coinciden…
(…)
Cierto es, no obstante, que el artista masculino está muy cerca de la mujer y la entiende muy bien, precisamente a través de su condición de creador. Su creatividad le despoja de su conciencia agudamente acentuada, del aspecto cosificado y activista del género masculino, para dejarle aparecer más compenetrado, unitarista y orgánicamente, con lo que crea, al igual que la mujer, y mantenerle en la felicidad de un cierto estado de preñez espiritual, que vive hondamente dentro de sí para sacar lo creado de lo profundo de la totalidad de la vida.

 Salomé, Lou Andreas, El ser humano como mujer. En: Voces de femineidad, Bs. As., Ed. Alcira Alizade, 1991.
*       
En todo caso, estoy tan convencida como usted de que una mujer no logra escribir realmente como esa mujer sino a partir del momento en que esa preocupación la abandona, a partir del momento en que sus obras, dejando de ser una respuesta disfrazada a ataques, disfrazados o no, tienden solo a traducir su pensamiento, sus sentimientos, su visión.

Ocampo, Victoria, Carta a Virginia Woolf, Revista de Occidente, Nº 137, 1934.
*       

Ninguna época ha dejado de tener mujeres insurrectas, de la misma manera que ningún ser humano, ninguna mujer, ha dejado de experimentar algún gesto de rebeldía.    Si insisto en esta veta es porque creo que construir una sociedad más justa y más democrática requiere salirse de la conformidad, abandonar la resignación, y esto siempre se encuentra en estado de potencia.

Barrancos, Dora:  Mujeres en la Sociedad Argentina. Una historia de cinco siglos,  Bs.As., Ed. Sudamericana, 2007, p.330.
Nota: Dora Barrancos es una estudiosa de los problemas de género, egresada de  la Facultad de Filosofía y Letras y ex legisladora de C.A.B.A.
*        
(La mujer)… sólo será libre y digna cuando rompa con el temor de qué dirán y demás supersticiones;   así habrá conseguido ser libre.   Al libertarse de sí misma se ha emancipado y se ha equilibrado al hombre, sin esperar falsos apoyos. 

Palabras escritas por América Scarfó para la revista  L’ Endhors. Reproducidas por Bayer, Osvaldo :   Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, Bs.As., Ed. Legasa, 1989, Notas: pag.  441.
*        

El ingreso de las mujeres a la vida pública  y al mundo laboral se convirtió en una obsesión de las primeras feministas socialistas de las décadas de 1920 y 1930. Las escritoras de orientación socialista circulaban activamente  en el campo político, no solo para denunciar el auge del militarismo y del nacionalismo, sino para luchar por los derechos políticos y la legislación social. De igual importancia  fue la reconsideración del lenguaje, de la voz y las convenciones literarias del género que promovieron  en la cultura escrita.

Massiello, Francine, Entre civilización y barbarie, Bs.As., Ed. Beatriz Viterbo, 1997.

*       
…Que es de  imprescindible necesidad que la mujer forme parte del gobierno de la Nación, tanto en calidad de electora como elegible.   Que para esto se encuentre en las mismas condiciones que el varón del que todavía no es igual   (…)  Que la felicidad del humano linaje consiste en reconocer la fraternidad de todos los seres, cualquiera sea su sexo, raza, religión o punto en que habiten.   Por tanto: que es necesario conseguir inmediatamente el voto.  
 Palabras de Julieta Lanteri, extraídas de un documento difundido por el periódico Nuestra Causa, órgano del Partido Feminista Nacional en:   Barrancos, Dora:   Inclusión/Exclusión. Historia con mujeres. Bs.As., F.C.E ,  2001. p.62.
Nota: Julieta Lanteri fue la primera mujer que ingresó en la Facultad de Medicina de UNBA e impulsó el Partido Feminista Nacional.
*       

Obreras, empleadas que contribuís con vuestra labor diaria a la creación de las riquezas, maestras que en el aula y en la cátedra formáis la inteligencia y los sentimientos de los futuros ciudadanos, madres que por vuestra obra de abnegación y amor sois la base y la fuerza de la Nación debéis afirmar enérgica y serenamente vuestra voluntad de intervenir por derecho propio en la dirección política del país;    debéis como productores participar directamente en la legislación del trabajo;   como consumidores en la sanción del impuesto:   como maestras en la dirección de la instrucción pública;   como madres en la defensa de la suerte de vuestros hijos, contribuyendo a afianzar la política que dé al país la paz interna y la armonía internacional por el libre juego de las fuerzas democráticas.

Moreau de Justo, Alicia;    La mujer en la Democracia, Buenos Aires, El ateneo, 1945, pag. 206 citado  por :  Palacios, Alfredo:   La justicia social,   Bs.As., Ed. Claridad, Biblioteca de Ciencias Económicas, Políticas y Sociales, volumen 6, 1954, p. 284.

*       

Ningún problema social puede ser indiferente a la mujer.   Ligada con los seres que ella crea, que ella plasma, que ella ama, es la vida de todos, es el bien común lo que ellos representan, y no puede haber ningún precepto razonable y justo que la condenen a ser espectante [sic] , inerme, y silenciosa cuando de esos problemas se trata.

Palabras de  Elvira Rawson de Dellepiane, reproducidas por Dora Barrancos, en   :   Inclusión/Exclusión. Historia con mujeres. Bs.As., F.C.E ,  2001. p.87.
Nota: Elvira Rawson de Dellepiane fue la segunda médica formada en el país, ayudó a fundar el Centro de Universitarias Argentinas, el Centro Feminista Juana Manuela Gorriti,  La Asociación por los Derechos de la Mujer y el Club Argentino de Mujeres;  vocal del Consejo Nacional de Educación en 1916 propició la creación del Hogar Maternal.



*       

Cada vez que se libera a una mujer, se libera también a un hombre.   Con el  desarrollo de la civilización ha ido en aumento el número de personas que, libres de otras preocupaciones, podían consagrar su vida al progreso de la cultura.   Nunca hemos necesitado más que ahora la inventiva, la abnegación y las dotes creadoras de hombres y mujeres para imponer a las sociedades una transformación radical de los sistemas de valores y para dotarlas de las instituciones necesarias, como primer paso hacia la constitución de una sola sociedad mundial basada en la interdependencia, la diversificación, la colaboración y el respeto mutuo.   Nunca se había visto la humanidad en trance semejante.  Las crisis anteriores han sido crisis localizadas; la actual es de alcance mundial.   Las crisis anteriores no amenazaban la existencia de todo el género humano;   ésta sí y, para resolverla, tendremos que echar mano de una tradición forjada en el medio millón de años  que han pasado los hombres arando la tierra, construyendo casas y organizando sociedades, mientras las mujeres recolectaban, sembraban y tenían hijos.Será necesario incorporar plenamente a las mujeres a la vida publica y, en los lugares donde los quehaceres domésticos han sido hasta ahora una responsabilidad exclusivamente femenina, habrá que obligar a los hombres a compartir esa responsabilidad, para que los dos sexos puedan desempeñar en colaboración las efímeras funciones que les corresponden en relación con su progenitura y para que puedan cumplir sus obligaciones respecto de la sociedad.
 Todas las aportaciones intelectuales, femeninas y masculinas, de que nos da noticiala historia, tendrán que refundirse en un mismo refuerzo complementario de alcance mundial, si queremos que sea nuestro planeta un lugar seguro para nuestros hijos y para los hijos de nuestros hijos.

Margared Mead en:  Giberti, Eva:    La mujer y el prejuicio,  revista Todo es Historia, Bs.As., año XVI, N|183, agosto de 1982, p.32. 8 . Escrito por la antropóloga a pedido de la Organización Mundial de la Salud.







Clara Josephine Wieck de Schumann (Alemania, 1819-1896). Pianista y compositora.





NOTA

Agradezco a la profesora Ofelia Mindlin los aportes realizados para la confección de esta página.

Estatua de Fernando Pessoa en la puerta del café A Brasileira, lugar de reunión de artistas e intelectuales. Barrio de Chiado.

FERNANDO PESSOA: UN POETA, MUCHOS POETAS

Fernando Antonio Nogueira Pessoa (Lisboa,1888-Lisboa, 1935) empleó en su escritura el recurso de la heteronimia, que aunque no es exclusivo de él, en su caso, sostiene el drama-em-gente: un poeta dramático que escribe poesía lírica y es, a la vez, varios poetas.
Al referirse al aspecto ético del sensacionismo, tendencia dentro de la cual ubica a su obra, Pessoa nos aporta la siguiente causalidad del fenómeno:
Habiéndome acostumbrado a no tener creencias n i opiniones, no fuese a debilitarse mi sentimiento estético, en breve terminé por no tener ninguna personalidad, excepto una personalidad expresiva; me transformé en una máquina apta para expresar estados de espíritu tan intensos que se convirtieron en personalidades e hicieron de mi propia alma la mera cáscara de su apariencia causal.
(El regreso de los dioses, pg. 248).
Si nos extendemos un poco más allá de las motivaciones personales, podríamos decir que esta fragmentación subjetiva y la visión multifacética que la traduce, da cuenta de los profundos cambios sociales, políticos y económicos que tuvieron lugar entre fines del siglo XIX y principios del XX y, quizás, también exprese el resquebrajamiento de la tradición imperial portuguesa y su consecuente división geográfica.
TABAQUERÍA
de Fernando Pessoa (Alvaro de Campos)

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto, de uno entre los millones del mundo que nin-
guno sabe quién es
( y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?)
Dais hacia el misterio de una calle cruzada constante-
mente por gente,
con una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente
cierta,
con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los
seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos
blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo la carroza de todo por el
sendero de nada.

Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir
y no tuviese más hermandad con las cosas
que una despedida, tornándose esta casa y este lado
de la calle
en la fila de vagones de un tren, y una partida
señalada
desde dentro de mi cabeza
y una sacudida de mis nervios y un crujir de
huesos en la partida.

Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró y ol-
vidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por
fuera,
y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por
dentro.

Fallé en todo.
Como no me hice propósito alguno, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
me bajé de él por la ventana trasera de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí solo encontré hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual a otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Que sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Seré lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan que son la misma cosa que no
puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como
yo,
y la historia no distinguirá ¿quién sabe? Ni uno solo,
ni habrá estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay dolientes locos con tantas
certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza ¿soy más cierto o
menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no estarán a esta hora los que se creen genios, soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas –
sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas -,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni hallarán los oídos de
la gente?
El mundo es para quien nace para conquistar
y no para quien sueña que puede conquistar, aunque
tenga razón.
He soñado más que lo que Napoleón hizo.
He apretado en el pecho hipotético más humanidades
que Cristo,
He elaborado filosofías en secreto que ningún Kant
escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre solo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta
al pie de una pared sin puerta
y cantó l a copla del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la naturaleza sobre la cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me enreda el cabello,
y el resto que venga si viene, o tuviese que venir, o no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la
cama;
pero despertamos y él es opaco,
nos levantamos y él es ajeno,
salimos de casa y él es la tierra entera
mas el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolates, pequeña
Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo, sino cho-
colates,
mira que las religiones todas no enseñan más que
la confitería.
¡Come, pequeña, sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con
que los comes!
Pero yo pienso, y al sacar el papel de plata, que es de
hojas de estaño,
tiro todo al suelo, como he tirado la vida.)

Pero, al menos, queda la amargura de que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico abierto hacia lo Imposible.
Pero, al menos, me consagro a mí mismo un desprecio
sin lágrimas,
noble al menos en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin rol, al decurso de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(¡Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega , concebida como estatua que fuese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana
o cocote célebre del tiempo de nuestros padres,
o no se qué moderno – no concibo bien qué -,
todo eso, sea lo que fuere, que seas, si puede inspirar
que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pa-
san,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
y hoy no hay mendigo que yo no envidie por no
ser yo.
Miro a cada uno los andrajos, las llagas y la mentira,
y pienso: tal vez nunca vivieses, ni estudiases ni ama-
ses ni creyeses.
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin
hacer nada de eso);
tal vez hayas existido solo, como un lagarto al que
le cortan el rabo
y qué es un rabo para este lado del lagarto, confusamente.

Hice de mí lo que no supe,
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El Dominó que vestí estaba equivocado.
Me conocieron, por lo tanto, por quien no era y no lo desmentí,
y me perdí.
Cuado me quise sacar la máscara,
estaba pegada a la cara.
Cuando la saqué y me vi en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba ebrio, ya no sabía llevar puesto el dominó que no
me había sacado.
Arrojé la máscara y dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá te encontrara como una cosa que yo hiciese,
y no me quedara siempre enfrentado a la Tabaquería de enfrente
pisoteando la conciencia de estar existiendo,
como una alfombra con que un borracho tropieza
o un felpudo que los gitanos robaron y no valía
nada.
Pero el dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y se quedó
en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza mal vuelta
y con la incomodidad del alma mal entendiendo.
El morirá y yo moriré.
El dejará el letrero, y yo dejaré versos…
En cierto momento morirá el letrero también, y los versos
también.
Después, en cierto momento morirá la calle donde estuvo el le-
trero,
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta gigante en que todo esto se
dio.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa
como gente
continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo
de cosas como letreros,
siempre una cosa enfrente de otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño
del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa
ni la otra.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿para comprar
Tabaco?),
y la realidad plausible cayó de repente encima de mí.
Me incorporo enérgico, convencido, humano,
y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo
contrario.
Enciendo un cigarro mientras pienso en escribirlos
y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensa-
mientos,
sigo al humo como una ruta propia,
y gozo, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia
de estar mal dispuesto.

Después me echo hacia atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras el destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si me casase con la hija de mi lavandera
tal vez sería feliz.)
En vista de esto, me levanto de la silla. Voy hacia la ventana.

El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo el vuelto en el
bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco; es Esteves sin metafísica.
(El dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y
me vio.
Me hizo un gesto de adiós. Le grité, ¡Adiós, Esteves! Y el uni-
verso
se reconstruyó en mí sin ideal ni esperanza, y el dueño
de la Tabaquería sonrió.

Versión: M. C. Arostegui
Fuente del texto en portugués: Pessoa –Poesía completa- Tomo II. Edición Libros de Río Nuevo, Barcelona, 1983.





El fado y el alma portuguesa

Toda poesía - y la canción es una poesía ayudada - refleja lo que el alma no tiene. Por eso la canción de los pueblos tristes es alegre y la canción de los pueblos alegres es triste.
El fado, sin embargo, no es alegre ni triste. Es un episodio de intervalo. Lo formuló el alma portuguesa cuando no existía y lo deseaba todo sin tener fuerza para desearlo.
Las almas fuertes lo atribuyen todo al Destino; solo las débiles confían en la voluntad propia, porque ésta no existe.
El fado es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y también le abandonó.
En el fado los Dioses regresan legítimos y lejanos. Es ése el segundo sentido de la figura del rey Don Sebastián.

Fuente: Pessoa, Fernando: El regreso de los dioses, Ed. Seix Barral, Barcelona, 1986