Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883 y murió el 3 de junio de 1924, en Kierling, Austria.
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Cuando despertamos después de una opresiva pesadilla, nos sentimos aliviados.¿Qué pasaría si, al contrario, al despertar entráramos en una pesadilla? Esa es la escena inicial de La metamorfosis. El protagonista despierta a la violencia. Despertar quizás signifique, en este caso, entrar en el terreno de una escritura cuya materia conmociona los criterios estéticos y éticos. Los cuentos y novelas de Kafka ponen de manifiesto una subjetividad del horror. El poder y la culpa son sus temas centrales. El nacimiento, la apertura a la vida es en sí un pasaje violento. No todos lo advertimos como lo advirtió el escritor checo. Necesitamos de la esperanza para aferrarnos a la existencia, para encontrarle un sentido menos tenebroso a nuestro estar en el mundo. Tal vez, Kafka haya cifrado esa esperanza en su trabajo intelectual. Lo que sí es evidente es que su búsqueda poética llevó sus límites al extremo. Transformó el afuera en un adentro y, con el rigor de un obsesivo legista, interrogó a lo inmanente y a lo trascendente.
PROMETEO
De Prometeo nos hablan cuatro leyendas. Según la primera, por haber revelado a los hombres secretos de los dioses, fue encadenado en el Cáucaso, y los dioses enviaban águilas que le devoraban el hígado, que siempre volvía a crecer.
De acuerdo con la segunda, por el dolor que le producían los demoledores picotazos, se fue apretando contra la roca y penetrándola cada vez más, hasta hacerse uno con ella.
Según la tercera, en el transcurso de los milenios su traición fue olvidada; los dioses olvidaron, olvidaron las águilas, y hasta él mismo olvidó.
Según la cuarta, todos se cansaron de esa sinrazón. Los dioses se cansaron; se cansaron las águilas; la herida, cansada, se cerró.
Quedó la inexplicable cadena de montañas rocosas…
La leyenda trata de explicar lo inexplicable. Dado que proviene de un fundamento de verdad, tiene necesariamente que terminar en lo inexplicable.
EL BUITRE
Había un buitre que me picoteaba los pies .Ya había destrozado las botas y la medias; ahora picoteaba ya directamente los pies. De tanto en tanto daba un golpe fuerte, después volaba varias veces alrededor de mí, para luego continuar con su trabajo.
Un señor que pasaba se quedó un instante observando y después me preguntó por qué soportaba yo al buitre.
- Estoy indefenso- le dije. Él llegó y empezó a picotear; yo, naturalmente quise espantarlo, hasta intenté acogotarlo, pero esta clase de animales tiene mucha fuerza, y además quería también saltarme a la cara; ante esa circunstancia preferí sacrificar los pies; éstos están ahora ya casi destrozados.
- ¿Es posible que se deje torturar de esa forma?- dijo el caballero-. Un tiro, y listo con el buitre.
- ¿Es así la cosa?- pregunté-¿y querría usted encargarse de eso?
- Con mucho gusto- dijo el caballero-. Solo hace falta que vaya a casa a buscar el arma. ¿Puede usted aguantar todavía una media hora?
- Eso no lo sé- contesté, y me quedé un rato paralizado por el dolor; después dije- inténtelo, de todos modos si es tan amable.
- Bien- dijo el señor- me daré prisa.
Durante la conversación, el buitre había estado atendiendo tranquilamente, y había dejado vagar su mirada entre el caballero y yo. Entonces me di cuenta de que había entendido todo; levantó vuelo; se estiró hacia atrás en un amplio semicírculo para tomar el necesario impulso, y, como un lanzador de jabalina, metió su pico por mi boca hasta clavarlo profundamente en mí.
Al caer para atrás, sentí liberado ya, cómo él bebía implacablemente la sangre que llenaba todas mis profundidades y desbordaba todas las orillas.
Fuente: Kafka, Franz, Relatos completos, Vol. II, Buenos Aires, Editorial Losada, 1981.