FRANZ KAFKA: LA POETICA DE UNA PESADILLA



Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883 y murió el 3 de junio de 1924, en Kierling, Austria.
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Cuando despertamos después de una opresiva pesadilla, nos sentimos aliviados.¿Qué pasaría si, al contrario, al despertar entráramos en una pesadilla? Esa es la escena inicial de La metamorfosis. El protagonista despierta a la violencia. Despertar quizás signifique, en este caso, entrar en el terreno de una escritura cuya materia conmociona los criterios estéticos y éticos. Los cuentos y novelas de Kafka ponen de manifiesto una subjetividad del horror. El poder y la culpa son sus temas centrales. El nacimiento, la apertura a la vida es en sí un pasaje violento. No todos lo advertimos como lo advirtió el escritor checo. Necesitamos de la esperanza para aferrarnos a la existencia, para encontrarle un sentido menos tenebroso a nuestro estar en el mundo. Tal vez, Kafka haya cifrado esa esperanza en su trabajo intelectual. Lo que sí es evidente es que su búsqueda poética llevó sus límites al extremo. Transformó el afuera en un adentro y, con el rigor de un obsesivo legista, interrogó a lo inmanente y a lo trascendente.


PROMETEO

De Prometeo nos hablan cuatro leyendas. Según la primera, por haber revelado a los hombres secretos de los dioses, fue encadenado en el Cáucaso, y los dioses enviaban águilas que le devoraban el hígado, que siempre volvía a crecer.
De acuerdo con la segunda, por el dolor que le producían los demoledores picotazos, se fue apretando contra la roca y penetrándola cada vez más, hasta hacerse uno con ella.
Según la tercera, en el transcurso de los milenios su traición fue olvidada; los dioses olvidaron, olvidaron las águilas, y hasta él mismo olvidó.
Según la cuarta, todos se cansaron de esa sinrazón. Los dioses se cansaron; se cansaron las águilas; la herida, cansada, se cerró.
Quedó la inexplicable cadena de montañas rocosas…
La leyenda trata de explicar lo inexplicable. Dado que proviene de un fundamento de verdad, tiene necesariamente que terminar en lo inexplicable.


EL BUITRE

Había un buitre que me picoteaba los pies .Ya había destrozado las botas y la medias; ahora picoteaba ya directamente los pies. De tanto en tanto daba un golpe fuerte, después volaba varias veces alrededor de mí, para luego continuar con su trabajo.
Un señor que pasaba se quedó un instante observando y después me preguntó por qué soportaba yo al buitre.
-         Estoy indefenso- le dije. Él llegó y empezó a picotear; yo, naturalmente quise espantarlo, hasta intenté acogotarlo, pero esta clase de animales tiene mucha fuerza, y además quería también saltarme a la cara; ante esa circunstancia preferí sacrificar los pies; éstos están ahora ya casi destrozados.
-         ¿Es posible que se deje torturar de esa forma?- dijo el caballero-. Un tiro, y listo con el buitre.
-         ¿Es así la cosa?- pregunté-¿y querría usted encargarse de eso?
-         Con mucho gusto- dijo el caballero-. Solo hace falta que vaya a casa a buscar el arma. ¿Puede usted aguantar todavía una media hora?
-         Eso no lo sé- contesté, y me quedé un rato paralizado por el dolor; después dije- inténtelo, de todos modos si es tan amable.
-         Bien- dijo el señor- me daré prisa.
Durante la conversación, el buitre había estado atendiendo tranquilamente, y había dejado vagar su mirada entre el caballero y yo. Entonces me di cuenta de que había entendido todo; levantó vuelo; se estiró hacia atrás en un amplio semicírculo para tomar el necesario impulso, y, como un lanzador de jabalina, metió su pico por mi boca hasta clavarlo profundamente en mí.
Al caer para atrás, sentí liberado ya, cómo él bebía implacablemente  la sangre que llenaba todas mis profundidades y desbordaba todas las orillas.

Fuente: Kafka, Franz, Relatos completos, Vol. II, Buenos Aires, Editorial Losada, 1981.

La intimidad de su escritura

CARTA AL PADRE

Con tu repulsión atacaste de una forma más certera mi actividad de escritor y todas las otras cosas ignoradas por ti, que se vinculaban con ella. En esta actividad había obtenido efectivamente alguna independencia con respecto a ti, pese a que esa independencia se asemejaba en algo a la lombriz, la cual cuando un pie le aplasta la parte trasera, trata de desprenderse con la delantera y se arrastra hacia un lado. En cierta medida me encontraba a salvo escribiendo.

Fuente: Kafka, Franz, Carta al padre, Madrid, Editorial Edaf, 1985.

DIARIOS

1912. 23 de septiembre. Esta narración, La condena, la he escrito de un tirón, durante la noche del 22 al 23, entre las diez de la noche y las seis de la mañana. Apenas si podía sacar las piernas de debajo de la mesa, entumecidas por haber permanecido
sentado tanto tiempo. La tensión y la alegría terrible con que la historia se iba desplegando  ante mí, y cómo me iba abriendo paso entre las aguas.
(…)
La confirmada convicción de que con mi novela, me encuentro en las vergonzosas depresiones que tiene el arte de escribir. Solo así se puede escribir, solo con esa cohesión, con esa apertura total de cuerpo y alma.

1914. 19 de enero. En la oficina, miedo alternado con conciencia de mí mismo. En general, más seguro. Gran aversión hacia La metamorfosis. Final ilegible. Defectuoso casi en su misma raíz. Habría resultado mucho mejor, si entonces no me hubiese interrumpido el viaje de negocios.

1915. 6 de enero. El maestro de aldea y El ayudante del fiscal general abandonados temporalmente. Pero también me siento casi incapaz de continuar con El proceso. Pienso en la muchacha de Lemberg. Las promesas de cualquier tipo de felicidad se parecen a las esperanzas de vida eterna. Vistas desde cierta distancia, se sostienen firmes, y uno no se atreve a aproximarse.

Fuente: Kafka, Franz, Diarios (1910-1923), Barcelona, Tusquets Editores, 1995.

Kafka a través de la mirada de los otros

Los poetas:

Eim traum

Lo sabían los tres.
Ella era la compañera de Kafka.
Kafka la había soñado.
Lo sabían los tres.
Él era el amigo de Kafka.
Kafka lo había soñado.
Lo sabían los tres.
La mujer le dijo al amigo:
quiero que esta noche me quieras.
Lo sabían los tres.
El hombre le contestó: si pecamos,
Kafka dejará de soñarnos.
Uno lo supo.
No había nadie más en la tierra.
Kafka se dijo:
ahora que se fueron los dos, he quedado solo.
Dejaré de soñarme.

Fuente: Borges, Jorge Luis, Obra poética (La moneda de hierro-1976) , Buenos Aires, Emecé Editores, 1986.


A Franz Kafka

Si nosotros, los próximos condenados, presuntos elegidos,
fuéramos un día convocados  a una exaltada consulta
con los auténticos, los peores y los mejores
seleccionados de todos los tiempos, ¡cuán mezquina sería nuestra
posición!
¡Oh! Jamás podríamos soportar la permanente vergüenza,
la equívoca ignominia de no ser elegidos;
nosotros que apenas si respondemos a nuestros nombres
y que en el camino directo ignoramos la dirección.

Pero tú, querido Franz triste campeón de lo monótono
y partido, contemplarías las vergüenzas reveladoras deslizarse
(como si fueran tesoros encontrados), no indiferente
sino con una voraz pasión, presto para arrancar
el significado y leer en todas las hojas del pecado
la escritura secreta de la Eternidad, la prueba salvadora.

Autor: Edwin Muir (1887-1958). Fue representante del British Council en Praga y tradujo algunas de las obras de Kafka.
Fuente: Revol E.L. (selección, traducción y notas) Poesía inglesa contemporánea, Buenos Aires, Ediciones Librerías Fausto, 1974.

 Los narradores:


A continuación de ese día no menos deprimente para el doctor K. que para los ciudadanos de Desenzano, pasa tres semanas en Riva, en el sanatorio hidroterápico del doctor Von Hartungen, adonde llega en su barco de vapor antes de que se hubiera hecho la noche. Un criado, provisto de un largo mandil verde que anuda a la espalda con una pequeña cadena de latón, conduce al doctor K. a su dormitorio, desde cuyo balcón ve el lago, en perfecta quietud, sumido en la oscuridad incipiente. Ahora todo es azul sobre azul, y nada parece ya moverse, ni siquiera el vapor, de nuevo, un buen trecho alejado en las aguas. Al día siguiente ya comienza la rutina en el sanatorio. En la medida de lo posible, el doctor K. quiere intentar, entre diferentes tipos de baños de agua fría y tratamiento eléctrico que se le ha prescripto, sumergirse de pleno en el silencio, pero el pesar que tiene con Felice, y Felice con él, le agrede sin descanso, como concentrado en algo vivo, en torno a él, sobre todo al despertar pero también durante las comidas. Sucede que entonces cree estar paralizado y no saber ya cómo manejar los cubiertos.

Fuente: W.G. Sebald, Vértigo, Barcelona, Editorial Anagrama, 2010.


La palabra Ungeziefer, dijo Tardewski, con que los nazis designarían  a los detenidos en los campos de concentración, es la misma palabra que usa Kafka para designar eso en que se ha convertido Gregorio Samsa, una mañana, al despertar.
La utopía atroz de un mundo convertido en una inmensa colonia penitenciaria, de eso le habla Adolf, el desertor insignificante y grotesco, a Franz Kafka que lo sabe oír, en las mesas del café Arcos, en Praga, a fines de 1909. Y Kafka le cree. Piensa que es posible que los proyectos imposibles y atroces de ese hombrecito ridículo y famélico lleguen a cumplirse y que el mundo se transforme en eso que las palabras estaban construyendo: El Castillo de la Orden y la Cruz gamada, la máquina del mal que graba su mensaje en la carne de las víctimas.¿No supo él oír la voz abominable de la historia?
(…)
Muere Franz Kafka el 3 de junio de 1924. En esos mismos días , en un Castillo de la Selva Negra, Hitler se pasea por una sala de techos altos y paredes con vitrales. Se pasea de un lado a otro y dicta a sus ayudantes los capítulos finales de Mein Kampf.

Fuente: Piglia , Ricardo, Respiración artificial, Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina S.A.I.C., 1995.


Los ensayistas:

Sin ir más allá de sus propias fronteras, Kafka parece hablar de todo el mundo, del hombre en general, de su condición actual y de su porvenir. Es así como, sin dejar de ser jamás otra cosa que el irónico profeta de su propia vida, se convierte en el profeta infalible de una época que parece poner su mayor celo en parecerse al mundo fantástico de sus cuentos. Milagro de la clarividencia poética, sin duda, pero más aún milagro de un rigor espiritual que no acepta ningún salto, ningún apoyo, ningún alto en las consoladoras regiones del ideal de segunda mano. Si Kafka ha entregado un “mensaje” universal, si su obra es profética, su palabra es tanto más poderosa por cuanto no habla de lo universal y no apunta a la profecía. Partiendo de hechos particulares, localizados, subjetivos en extremo, es cierto que su genio alcanza de golpe, sin esfuerzo y sin ruido, el drama universal del pensamiento, pero es solo en virtud de una gracia, la de la humildad que, al fin y al cabo, debe ser considerada como el mayor secreto de su arte.

Fuente: Robert, Marthe, Kafka, Buenos Aires, Editorial Paidós, 1969.


El arte es antes que nada la conciencia de la desdicha, no su compensación. El rigor de Kafka, su fidelidad a la exigencia de la obra, su fidelidad a la exigencia de la desdicha le ahorraron ese paraíso de ficciones en que se complacen tantos artistas débiles a quienes la vida ha decepcionado. El  arte no tiene por objeto sueños ni “construcciones”.Pero tampoco describe la verdad: la verdad no debe conocerse ni describirse, ni   siquiera puede conocerse a sí misma, como la salvación terrestre exige que se la obtenga y no que se la interrogue ni se la figure. En este sentido no hay lugar alguno para el  arte: el monismo riguroso excluye todos los ídolos. Pero en ese mismo sentido, si el arte no está justificado en general, cuanto menos lo está solo para Kafka, pues precisamente, como Kafka, el arte está vinculado  a lo que hay “fuera” del mundo y expresa la profundidad de ese exterior sin intimidad y sin reposo, de eso que surge cuando, ni siquiera con nosotros, ni siquiera con nuestra muerte, tenemos ya relaciones de posibilidad. El arte es la conciencia de “esa desdicha”. Describe la situación de quien se ha perdido a sí mismo, de quien ya no puede decir “yo”, de quien en un solo movimiento ha perdido al mundo, la verdad del mundo, de quien pertenece al exilio, a ese tiempo del desamparo en que como dice Hölderlin, los dioses ya  no existen y no son todavía. Lo cual no significa que el arte afirme otro mundo, si es cierto que está en su origen, no en otro mundo, sino en el otro de todo mundo (como se ve, a este respecto –pero en las notas que reflejan su experiencia religiosa más que en su obra-, Kafka da o está listo para dar el salto que el arte no autoriza).

Fuente: Blanchot, Maurice, De Kafka a Kafka, México, Fondo de Cultura Económica, 1993.


Kafka y el cine

1962. EEUU.  El proceso de Orson Wells.
1991. Francia-EEUU. Kafka de Steven Soderberg.
1997. Alemania. El Castillo de Michael Haneke.



JAZZ TIME


El jazz nace en el sur de EEUU, en la ciudad de  Nueva Orleáns (estado de Luisiana) adonde tiene primacía hasta aproximadamente 1917,  fecha  en que se traslada a Chicago y Nueva York.  Alrededor de los años 20 comienza lo que se considera  la verdadera época de jazz. Data de 1924 la célebre Rapsodia en blue de George Guerswin, que amplió   los horizontes de este género musical. Thomas Eliot la introdujo en su poesía, Francis Scott Fiztgerald, en su novelística. También  tuvo cabida en el  recién surgido cine sonoro:  The jazz singer (1927) y en la obra de Igor Stravinski.
A esta zona del  delta del Mississipi llegaban grandes remesas de esclavos provenientes de la Costa de Marfil, África al sur del Sahara. Durante las largas horas de trabajo en las plantaciones de algodón, los esclavos se comunicaban con inflexiones de voz que sugerían el sentido de sus mensajes (calls), expresaban su sentimiento de opresión y desarraigo con lamentos rítmicos (field-shouters), o  por medio de canciones de trabajo (worksongs). También   creaban sus melodías en la comunidad. Hasta la guerra de Secesión los esclavos podían reunirse libremente para cantar en Congo Square. Aparecieron las primeras  agrupaciones, generalmente integradas por músicos autodidactas,  en las que alternaba el uso del instrumento  con  el “libre desvarío” de sus exclamaciones (raggedy). Actuaban en Carnaval, en ceremonias fúnebres,  en coches que publicitaban espectáculos y en las fiestas a bordo de buques que remontaban el Mississipi. También influyeron  en la formación de este  género, la música de las comedias, vodeviles y minstrels y los spirituals, nacidos en el ámbito religioso.
Si bien la incidencia del patrimonio afro fue decisiva, el jazz tiene también componentes del folklore americano y de la música europea.
Una de las características de esta forma musical es la libertad interpretativa: a partir de de una estructura armónica se generan improvisaciones. Sobre la base de la escala del blues se articulan las figuras rítmicas. La preeminencia de la improvisación ha dado lugar a numerosos estilos y subestilos dentro del jazz y a  la interinfluencia con otros géneros.
El blues es el canto por excelencia de amor y dolor de los negros, la manifestación catártica de sus penurias,  y sin embargo hay en su sonoridad cierto matiz de optimismo.  Otro componente que tuvo una importante influencia en la  configuración del estilo jazzístico fue el rag-time, compás rasgado y arrebatado, con abundancia de síncopas. Se dice del rag-time que es la interpretación de un negro que no quiere olvidar el blues.
A lo largo de  su historia, el jazz  experimentó muchas variantes expresivas. Durante la crisis del 29  esta  música, ya compartida por negros y blancos, viajó a Europa. Con el destacado clarinetista Benny Goodman se inició la era del swing (menear) que culminó con las tan  populares melodías de Glenn Miller. Entre 1940-1950 surge el bee-bop, música de matices duros, violentos y tristes introducida por Charlie Parker y Dizzy Gillespie. Entre 1951- 1969, como reacción al amaneramiento del swing, se genera el cool-jazz  (jazz frío), modalidad que con una impronta más culta y funcional refleja la inquietud de la época de la guerra fría. En él se inspiraron Stan Getz, Gerry Mulligam  y hasta John Coltrane. Por esos años también surgió el free-jazz, fuerte reacción contra el racismo, que  revolucionó estilísticamente el jazz con su tendencia a la invención espontánea y a la atonalidad. Otra derivación  que se gestó durante la década   1940 - 1950  fue  el rock and roll.


RAYUELA por Julio Cortázar

“…desde un chirriar terrible llegaba el tema que encantaba a Oliveira, una trompeta anónima y después el piano, todo entre un humo de fonógrafo viejo y pésima grabación, de orquesta barata y como anterior al jazz, al fin y al cabo de esos viejos discos, de los show boats y de las noches de Storyville había nacido la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y herejías, su charleston, su black bottom, su shimmy, su foxtrot, su stomp, sus blues, para admitir las clasificaciones y las etiquetas, el estilo esto y aquello, el swing, el bebop, el cool, ir y volver del romanticismo y el clasicismo, hot y jazz cerebral, una música-hombre, una música con historia…”
Pag. 87 (frag.)
 Fuente: Cortázar, Julio, Rayuela, Barcelona, Editorial Edhasa, 1980.

JAZZ FANTASIA por Carl Sandburg


Drum on your drums, batter on your banjos, sob on the long cool
windings saxophones. Go to it, O jazzmen.

Sling your knuckles on the bottoms of the happy tin pans, let your
trombones ooze, and go husha-husha-hush with the slippery
sandpaper.

Moam like an autumn wind high in the lonesome treetops, moam soft
like you wanted somebody terrible, cry like a racing car slip-
ping away from a motorcycle-cop, bang-bang! you jazzmen,
bang altogether drums, traps, banjos, horns, tin cans-make
two people fight on the top of a stairway and scratch each
other’s eyes in a clinch tumbling down the stairs.

Can the rough stuff... Now a Mississipi steamboat pushes up the
night river with a hoo-hoo-hoo-oo... and the green lanterns
calling to the high soft stars... and red moon rides on the
humps of the low river hills…Go to it, O jazzmen.

Traducción aproximada: Batan  sobre sus tambores, aporreen  sus banjos, suspiren  sobre largos / frescos serpenteantes saxofones.  Vayan hacia esto, oh hombres del jazz.
Arrojen sus nudillos hacia el fondo  del feliz cuenco de estaño, permitan   que sus / trombones fluyan  y vayan apacigua que apacigua-apaciguar  con el resbaladizo / papel de lija.
Lloren como el alto viento de otoño  en la solitaria copa de un árbol,  lloren / como si quisieran a alguien   terrible, griten  como un coche des-/ bocado escabulléndose de un polizonte en motocicleta, bang, bang!, ustedes, hombres del jazz / disparen  para siempre tambores, redoblantes, banjos, trompas, latas de estaño / hagan  que dos personas luchen en lo alto de la escalera y escarben  / en los ojos de cada uno mientras rebotan, viniéndose abajo por los escalones.
Puédanle a esta áspera materia prima… Ahora un barco a vapor del Missssipi  asciende por /
la noche del río con un hoo-hoo-hoo-oo… y las verdes linternas / llamando a las altas estrellas…la roja luna cabalga sobre / las bajas colinas del río… Vayan hacia esto, oh hombres del jazz.

Fuente: Engle, Paul y otros, The United States in Literatura, EEUU, Editado por Scott, Foresman and Company, 1963.

JAZZ-BAND por Raúl González Tuñon

El hombre del pasillo se estremece al pasar por la cámara del dínamo potente en donde solo tiene entrada un muñeco azul, de ojos azules y ademanes azules.
Yo soy el hombre del pasillo.
Nuestra tristeza de hierro, nuestro silencio de hierro, nuestra alegría de hierro.
Entremos al bar, la noche está afuera, como el mar. El bar parece un puerto.
Yo vi sus luces rojas desde lejos. La noche se tendía a sus pies como un animal herido.
Allá arden las avenidas gritando letreros luminosos al espacio infinito.
La luna igual que tú, eh, apártate, porque el jazz romperá sus platillos sobre tu peluda cabeza. Córtate la melena y la vida te será más fácil. Enciende un cigarrillo rubio como esta copa de whisky dulzón que paladeo junto con la voz de la muchacha del bar.
Entra un contrabandista de licores.
Abre las piernas, descontorsiónate en el Charleston epiléptico y bullicioso, reconcíliate con la vida que una nueva alegría me ha venido a los ojos y un nuevo deseo me ha venido a las manos. Préstame tus senos, dame un montón de palabras para arrojarlas a la calle, a la noche, al mar.
Entra un jefe de avisos económicos clasificados.
Escucharás el ruido. Abre el paraguas. Este burgués ha traído su paraguas, increíble, como el viento que ronda nuestra felicidad posible. Puedo decir algo sobre la angustia. Soy feliz. Prepara el sonoro cocktail y recién mañana me hablarás de la guerra, de los obuses que caen de los astros, de la trinchera fangosa y los tanques que escupen la muerte.
Entra un miembro de la Conferencia Naval.Ahora quiero salir en un barco de hierro. Vivo en una casa de hierro. Tengo carcajadas definitivas y ojos duros, redondos y penetrantes.
El hombre que tenía alma de prestamista, corazón de catedrático, gestos de procurador, está caído contra las piedras de la calle. Me habló de Kant y le eché cocaína en su copa.
La solemnidad caída contra la calle.
Yo soy un muchacho risueño y fatalista que canta, bebe y baila y de vez en cuando descabeza una siesta recostado en la voz del saxofón.
Mi generación está perdida porque han olvidado enseñarnos el fervor.
Alégrate, sin embargo. Afuera el silencio de hierro. Los vendedores de armamentos venden champagne.
No usamos reloj.
El jazz latiendo su sonido irregular, loco, sobre la tarima, es el corazón del tiempo.

 Fuente: González Tuñón, Raúl, La calle del agujero en la media, Buenos Aires, CEDAL, 1981.

PORTUGAL Y SU POESÍA EN EL RECUERDO

La idea de esta página es abordar un tema de manera sintética con recursos visuales y sonoros que complementen los textos. Periódicamente ir cambiando la temática.
Estatua de Fernando Pessoa en la puerta del café A Brasileira, lugar de reunión de artistas e intelectuales. Barrio de Chiado.

FERNANDO PESSOA: UN POETA, MUCHOS POETAS

Fernando Antonio Nogueira Pessoa (Lisboa,1888-Lisboa, 1935) empleó en su escritura el recurso de la heteronimia, que aunque no es exclusivo de él, en su caso, sostiene el drama-em-gente: un poeta dramático que escribe poesía lírica y es, a la vez, varios poetas.
Al referirse al aspecto ético del sensacionismo, tendencia dentro de la cual ubica a su obra, Pessoa nos aporta la siguiente causalidad del fenómeno:
Habiéndome acostumbrado a no tener creencias n i opiniones, no fuese a debilitarse mi sentimiento estético, en breve terminé por no tener ninguna personalidad, excepto una personalidad expresiva; me transformé en una máquina apta para expresar estados de espíritu tan intensos que se convirtieron en personalidades e hicieron de mi propia alma la mera cáscara de su apariencia causal.
(El regreso de los dioses, pg. 248).
Si nos extendemos un poco más allá de las motivaciones personales, podríamos decir que esta fragmentación subjetiva y la visión multifacética que la traduce, da cuenta de los profundos cambios sociales, políticos y económicos que tuvieron lugar entre fines del siglo XIX y principios del XX y, quizás, también exprese el resquebrajamiento de la tradición imperial portuguesa y su consecuente división geográfica.
TABAQUERÍA
de Fernando Pessoa (Alvaro de Campos)

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto, de uno entre los millones del mundo que nin-
guno sabe quién es
( y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?)
Dais hacia el misterio de una calle cruzada constante-
mente por gente,
con una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente
cierta,
con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los
seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos
blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo la carroza de todo por el
sendero de nada.

Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad.
Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir
y no tuviese más hermandad con las cosas
que una despedida, tornándose esta casa y este lado
de la calle
en la fila de vagones de un tren, y una partida
señalada
desde dentro de mi cabeza
y una sacudida de mis nervios y un crujir de
huesos en la partida.

Estoy hoy perplejo como quien pensó y encontró y ol-
vidó.
Estoy hoy dividido entre la lealtad que debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por
fuera,
y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por
dentro.

Fallé en todo.
Como no me hice propósito alguno, tal vez todo fuese nada.
El aprendizaje que me dieron,
me bajé de él por la ventana trasera de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí solo encontré hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual a otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Que sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Seré lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan que son la misma cosa que no
puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueños genios como
yo,
y la historia no distinguirá ¿quién sabe? Ni uno solo,
ni habrá estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay dolientes locos con tantas
certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza ¿soy más cierto o
menos cierto?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no estarán a esta hora los que se creen genios, soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas –
sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas -,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni hallarán los oídos de
la gente?
El mundo es para quien nace para conquistar
y no para quien sueña que puede conquistar, aunque
tenga razón.
He soñado más que lo que Napoleón hizo.
He apretado en el pecho hipotético más humanidades
que Cristo,
He elaborado filosofías en secreto que ningún Kant
escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre solo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta
al pie de una pared sin puerta
y cantó l a copla del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la naturaleza sobre la cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me enreda el cabello,
y el resto que venga si viene, o tuviese que venir, o no
venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la
cama;
pero despertamos y él es opaco,
nos levantamos y él es ajeno,
salimos de casa y él es la tierra entera
mas el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolates, pequeña
Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo, sino cho-
colates,
mira que las religiones todas no enseñan más que
la confitería.
¡Come, pequeña, sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con
que los comes!
Pero yo pienso, y al sacar el papel de plata, que es de
hojas de estaño,
tiro todo al suelo, como he tirado la vida.)

Pero, al menos, queda la amargura de que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico abierto hacia lo Imposible.
Pero, al menos, me consagro a mí mismo un desprecio
sin lágrimas,
noble al menos en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin rol, al decurso de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(¡Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega , concebida como estatua que fuese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana
o cocote célebre del tiempo de nuestros padres,
o no se qué moderno – no concibo bien qué -,
todo eso, sea lo que fuere, que seas, si puede inspirar
que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pa-
san,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)
Viví, estudié, amé y hasta creí,
y hoy no hay mendigo que yo no envidie por no
ser yo.
Miro a cada uno los andrajos, las llagas y la mentira,
y pienso: tal vez nunca vivieses, ni estudiases ni ama-
ses ni creyeses.
(Porque es posible hacer la realidad de todo eso sin
hacer nada de eso);
tal vez hayas existido solo, como un lagarto al que
le cortan el rabo
y qué es un rabo para este lado del lagarto, confusamente.

Hice de mí lo que no supe,
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El Dominó que vestí estaba equivocado.
Me conocieron, por lo tanto, por quien no era y no lo desmentí,
y me perdí.
Cuado me quise sacar la máscara,
estaba pegada a la cara.
Cuando la saqué y me vi en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba ebrio, ya no sabía llevar puesto el dominó que no
me había sacado.
Arrojé la máscara y dormí en el vestuario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá te encontrara como una cosa que yo hiciese,
y no me quedara siempre enfrentado a la Tabaquería de enfrente
pisoteando la conciencia de estar existiendo,
como una alfombra con que un borracho tropieza
o un felpudo que los gitanos robaron y no valía
nada.
Pero el dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y se quedó
en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza mal vuelta
y con la incomodidad del alma mal entendiendo.
El morirá y yo moriré.
El dejará el letrero, y yo dejaré versos…
En cierto momento morirá el letrero también, y los versos
también.
Después, en cierto momento morirá la calle donde estuvo el le-
trero,
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta gigante en que todo esto se
dio.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa
como gente
continuará haciendo cosas como versos y viviendo debajo
de cosas como letreros,
siempre una cosa enfrente de otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño
del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa
ni la otra.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿para comprar
Tabaco?),
y la realidad plausible cayó de repente encima de mí.
Me incorporo enérgico, convencido, humano,
y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo
contrario.
Enciendo un cigarro mientras pienso en escribirlos
y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensa-
mientos,
sigo al humo como una ruta propia,
y gozo, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia
de estar mal dispuesto.

Después me echo hacia atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras el destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si me casase con la hija de mi lavandera
tal vez sería feliz.)
En vista de esto, me levanto de la silla. Voy hacia la ventana.

El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo el vuelto en el
bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco; es Esteves sin metafísica.
(El dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se volvió y
me vio.
Me hizo un gesto de adiós. Le grité, ¡Adiós, Esteves! Y el uni-
verso
se reconstruyó en mí sin ideal ni esperanza, y el dueño
de la Tabaquería sonrió.

Versión: M. C. Arostegui
Fuente del texto en portugués: Pessoa –Poesía completa- Tomo II. Edición Libros de Río Nuevo, Barcelona, 1983.





El fado y el alma portuguesa

Toda poesía - y la canción es una poesía ayudada - refleja lo que el alma no tiene. Por eso la canción de los pueblos tristes es alegre y la canción de los pueblos alegres es triste.
El fado, sin embargo, no es alegre ni triste. Es un episodio de intervalo. Lo formuló el alma portuguesa cuando no existía y lo deseaba todo sin tener fuerza para desearlo.
Las almas fuertes lo atribuyen todo al Destino; solo las débiles confían en la voluntad propia, porque ésta no existe.
El fado es el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creyó y también le abandonó.
En el fado los Dioses regresan legítimos y lejanos. Es ése el segundo sentido de la figura del rey Don Sebastián.

Fuente: Pessoa, Fernando: El regreso de los dioses, Ed. Seix Barral, Barcelona, 1986